Capitulo XIII

Estuve tan contenta, compartiendo con cada invitado, siempre de la mano de Jake; partimos el pastel, y bailamos nuestro primer baile de casados. Cumplimos con todo lo que Alice quería, para que al final de la maravillosa velada, por haber sido buenos chicos, nos dejó marcharnos.

Corrimos fuera de la casa como si quisiéramos escapar, reíamos abiertamente, y subimos al coche. Jake manejaría hasta Seattle, donde tomaríamos un vuelo al aeropuerto internacional de Washington, para de ahí tomar otro avión hacía París donde haríamos escala hacia Escocia. Nos quedaban aun, casi 20 horas de camino, para estar completamente solos.

El viaje de bodas había sido regalo de mis abuelitos Carlisle y Esme, llegaríamos primero a Escocia, para luego seguir por las montañas europeas como mejor nos apeteciera. Así que la noche de bodas la pasaríamos en un Castillo en las nevadas tierras de Ayrshire.
Durante el viaje habíamos dormido la mayoría del tiempo, no entendía por qué, pero me encontraba tan cansada, por lo que una vez que me sentaba en un avión los ojos se me cerraban automáticamente. Me acurrucaba entre los brazos de Jake, y el me besaba el rostro hasta que dejaba de sentirlo porque me sumergía en hermosos sueños.

Pero después de interminables horas de viaje, entre aviones, aeropuertos, esperas, y comidas a medias, llegamos a Escocia

La habitación nupcial era enorme, elegante, lujosa al extremo, estaba decorada con muebles y accesorios que te remitían a la época colonial; los paisajes nevados que se extendía a nuestro alrededor daban la impresión de encontrarnos entre las nubes. La recamara principal tenía una enorme cama, que se encontraba sobre un par de escalones, lo que hacía que estuviera mucho más alta. Los cuadros y la tapicería eran con toques rosa y dorado, una digna alcoba real.

Después de admirar la belleza de la habitación, me asomé por la ventana, desde donde se podía ver un río, serpenteando entre montañas; Jake terminó de hacerle indicaciones al ayudante sobre donde debía colocar las cosas, y luego de despacharlo cerró la puerta tras sí y se acerco muy despacio a mí.
Me abrazó por la espalda. Luego me giró para encontrarnos de frente.
- ¿Qué te gustaría hacer preciosa? ¿Tienes hambre… sueño… estas cansada?

Me encontraba sumamente nerviosa, Jake no me había besado desde que habíamos bajado de la avioneta que nos había llevado hasta lo alto de la montaña. No quería ser yo la que comenzara las cosas, pero Jacob no mostraba señales de vida.
- No, no tengo hambre. –la voz me salió a medias, debido a los nervios. –Pero me gustaría darme un baño. -Tal vez el agua me relajará un poco pensé.
No quería que Jacob me viera temblando, eso no ayudaría en nada a encender la pasión.
- Esta bien, yo si tengo un poco de hambre, pediré algo ligero para los dos ¿qué te parece?
- Perfecto perrito. –le sonreí y me escabullí rápidamente al baño.

¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿Cómo se inicia esto? ¿Salgo y lo beso? ¿Espero a que él comience? ¿Y si no lo hace? Mi cabeza era un caos, mientras me ponía el shampoo, trataba de conseguir un plan para seducir a Jake, sin que me viera desesperada; cuando estaba tallando mi cuerpo con la esponja, comencé a enojarme ¿Por qué Jake no estaba tan deseoso de poseerme como yo de que lo hiciera? ¿Acaso no debió correr a desnudarme en cuanto cerró la puerta? ¿Iba a esperar hasta que anocheciera? Ya para cuando estaba secándome con una enorme toalla, estaba convencida de que regresaría virgen a casa.

De repente vi la solución a mis problemas. Sobre un taburete del baño, estaba la maleta que contenía mis cosas personales, sabía perfectamente las prendas que Alice había puesto ahí. Sonreí para mis adentros, busque la que me había parecido más hermosa entre todas las que Alice había comprado para la ocasión, y me la puse. Ni siquiera me detuve a mirarme en el espejo. Era mucho mejor verme reflejada en la cara de Jacob cuando me viera, así, que con toda la decisión del mundo salí del baño.

Jake estaba recostado tranquilamente en la cama, había encendido la televisión y se estaba comiendo unos sándwiches que se encontraban en una pequeña mesa colocada junto. Al escucharme llegar apartó ligeramente la mirada de la tele para verme de reojo, tardó unos segundos en reaccionar, se quedó paralizado. La boca se le abrió como en las caricaturas y comenzó a balbucear algo.
Mi sonrisa no podía ser más grande. Me sentí inmediatamente orgullosa de mi aspecto, aunque no podía saber con exactitud cual era; la llama de deseo se había encendido de tal manera en Jacob, que casi la podía sentir como algo tangible.
Jake se hincó sobre la cama, me extendió la mano para que me acercara. Lentamente me acerqué a él, y tomé su mano. Tragó saliva ruidosamente, y luego me dijo.
- Nessie… estas pre… preciosa.
Le sonreí tímidamente. Los nervios se habían vuelto a apoderar de mí, al grado de que casi no podía respirar, comencé a temblar.
Jake se sentó en la orilla de la cama, y me abrazó con ternura. Comenzó a besarme, lentamente, con delicadeza, la tela de lo que llevaba puesto era tan delgada que sentía su piel ardiente a través de esta, casi como si los dos estuviéramos desnudos.
Subí mis manos por su espalda y enredé mis dedos en su cabello. Jake seguía besándome, cada vez con mayor pasión. Con infinita ternura, comenzó a pasar su mano por mi espalda. Llegó al cuello y ahí se detuvo.
Se aparto un poco para mirarme, sus ojos chispeaban excitados, y respiraba entrecortadamente.
- ¿Tienes miedo? –preguntó en un susurro.
- No. –conteste en medio de un suspiro.
- Te amo … Nessie te amo. –tenía una mano en mi cintura, podía sentir como temblaba.
- ¿Tienes miedo tu perrito?
- No. – Y comenzó a besarme de nuevo ahora con mayor pasión.
Llevé las manos a su pecho, y desabotoné su camisa en un instante, recordé como había querido arrancársela en el pasado, y comencé a reírme.
Esto hizo que ambos nos relajáramos, Jake comenzó a tener más confianza así que sus caricias dejaron de ser tímidas.
Sin dejar de besarme, sus manos recorrieron mi espalda, mis hombros mi cabello. Yo logré quitarle la camisa por completo. En un segundo que liberó mi boca me incliné sobre él y comencé a besarle el cuello, pasé mi lengua por detrás de su oreja y mordí ligeramente su lóbulo, esto hizo que se estremeciera, apretó mis hombros con sus manos y comenzó a besarme con más urgencia.
Cerré los ojos para sentir mejor la sensación de sus labios por mi cuello, de sus manos en mi espalda, de todo mi cuerpo pegado al suyo. En un instante y sin darme cuenta, mi camisón estaba en el suelo y tan rápido que apenas lo sentí, me coloco sobre la cama.
- Te amo –volvió a decir.
Y yo me estremecí de placer cuando sentí el calor de su cuerpo sobre mí.