Capitulo XXII

El resto del día pasó sin más contratiempos, mi familia telefoneaba cada vez que tocaba tierra para hacer escala en algún lugar y tomar otro avión. Todo iba bien y llegarían al Amazonas en unas cuantas horas más.
Mi marido había regresado a casa de los Cullen, por la tarde y cenamos ahí, al terminar, juntos nos fuimos a la cabaña.
Trataba de no pensar mucho en eso, pero aun había algo que me hacía sentir intranquila, no sabía qué, pero en mi interior presentía algo que no andaba bien. Traté de tranquilizarme asegurándome a mi misma que se debía a la preocupación que me causaba lo que estaba sucediendo con la familia de Nahuel.
Pero no lograba tranquilizarme del todo. Aun así no quería que Jacob lo notara así que no dije nada y traté de comportarme lo más normal que pude.
Por la tarde del día siguiente llegaron Rosalie y Emmett a Denali, apenas con tiempo suficiente para que Emmett recogiera sus maletas y partiera a Brasil.
Traté de convencerlos, sin resultado alguno, que no era necesario que Rosalie se quedara en Denali, que hacía mucho más falta en el Amazonas que aquí.

- Enserio no entiendo porque tanta sobreprotección –dije completamente disgustada.
- No es sobreprotección princesa, simplemente es asegurarnos de que estés bien.
- Mi papá dijo que era porque yo no puedo asistir a un medico normal, en caso de que haya alguna complicación con mi embarazo. Ya está aquí mi abuelito, el me atendería y caso de que algo así pasara.
- Si lo sabemos, pero aun así, Carlisle puede necesitar ayuda.
- También esta mi abuelita y Jacob.
Rosalie hizo un gesto de desaprobación, y enseguida supe que no le tenía ni la más mínima confianza a mi marido, lo que a diferencia de otras veces, que había podido manejar mucho mejor la situación, me enfureció.
- No soporto más que te comportes así con mi marido. Ya va siendo la hora que de todos lo traten con respeto –le grité furiosa.
- Nessie, por favor no le hables así a Rosalie –me reprendió mi abuelita.
- Tiene razón –intervino mi abuelito –es mucho lo que Jake ha hecho por nuestra familia, y sobre todo que ahora es el marido de nuestra niña. Ya basta de comportarse así Rosalie.
- Tal vez merezca respeto –dijo Rosalie, aun con desden – pero aun así el sólo no puede proteger a Renesmee, así que aquí me quedaré, y es mi última palabra.
Me puse furiosa, di un golpe en el suelo y salí de la habitación.
Estaba harta de que todos me siguieran tratando como si fuera una niña, y que nadie le tuviera el más mínimo respeto a mi esposo, que sólo cosas buenas había hecho por ellos.
Estaba a punto de convertirme en madre, y todos debían comenzar a confiar en mí, como podría traer al mundo una vida, si nadie me sentía capaz, ni de cuidar de mi misma.
Necesitaba calmarme, estar así alteraba al bebé que ya comenzaba a moverse inquieto dentro de mí.
Fui primero a la habitación que teníamos lista para recibirlo, pero aun seguía sintiéndome muy alterada. Seguía escuchando a Rosalie y a Emmett despidiéndose y volvía a enfurecerme.
Así que mejor salí de la casa.
La casa de los Cullen en Denali, tenía un hermoso jardín cercado por unas altas murallas de piedra, cubiertas completamente por enredaderas invadidas de hermosísimas rosas de todos colores; al centro, medio oculto entre grandes helechos, se encontraba un estanque artificial, donde nadaban patos y peces de muchos colores brillantes.
Amaba estar ahí, me relajaba un montón sentarme sobre las bancas hechas de roca, mirar los peces que saltaban en el estanque y oler el perfume de las rosas.
Me acomodé sobre una banca, y comencé a acariciar mi vientre dulcemente, sólo podía pensar que moría de ganas de tener a mi bebé ya en mis brazos.
“Quiero conocerte bebé, saber como es tu carita, como son tus gestos, como es tu carácter, te amo precioso mío, no sabes cuanto me hace feliz que llegues a mi vida”.
Canturreaba mientras me mecía sobre mi cuerpo como si lo estuviera arrullando.
Mi bebé respondía al contacto amoroso de mis manos, dando pequeños golpecitos desde el interior, los sentía como caricias y me llenaban el corazón de alegría. Pronto olvidé por qué me encontraba enojada.
La paz que se respiraba en ese lugar era sumamente acogedora.
La tarde comenzaba a caer, y el frío comenzaba a hacerse un poco más evidente, aunque a mí no me afectaba como a los demás, aun así tuve de repente la necesidad de cruzar los brazos sobre mi pecho como si quisiera protegerme de algo.
Me levanté para regresar a casa, lo más probable es que Jacob estuviera a punto de llagar por mí para regresar a la cabaña. Tomé el celular para enviarle un mensaje, pues tenía un antojo enorme de pizza, así que le iba a pedir que pasara por una de regreso a casa.
Apenas percibí un ligerísimo cambio en el aire, y una mano helada tapó mi boca, otra se amoldó a la curvatura de mi estomago en completa amenaza.
Ni siquiera había tenido tiempo suficiente de reaccionar cuando una voz desconocida me susurró al odio que no intentara nada estúpido.
Mi subconsciente me ordenó que obedeciera, sabía perfectamente que no era algo normal; a lo mejor yo tenía los sentidos un poco aletargados por el embarazo, pero mi familia ahora más que nunca se encontraba alerta.
Entonces ¿cómo era posible que no hubieran percibido la llegada del vampiro intruso, en el preciso instante en que puso un pie dentro de nuestra propiedad?
Completamente extraño. Debía haber algo poco común en él, me horroricé.
Estaba en completo peligro… y mi bebé.
¡Jesús, no! pensé, mi bebé era tan frágil, tan humano.
Las lagrimas de terror, comenzaron a deslizarse por mis mejillas, empapando también la mano del que me tenía bien sujeta.
Con mucha delicadeza pero con extrema rapidez, me tomó en brazos, apretándome fuertemente a él, sin hacerme daño, saltó la barda que rodeaba el jardín y comenzó a correr por el bosque.