CAPITULO XIX

Ni siquiera me detuve a averiguar de donde había sacado Alice ese auto, sólo me importaba que fuera lo suficientemente rápido para llegar a donde estaba Jacob lo más pronto posible.
Serpenteamos a la máxima velocidad posible, tomando en cuenta el trafico, por las calles de la ciudad capital, después de unos 30 minutos salimos de la ciudad hacía el este, por la autopista, pero luego tomamos una desviación donde recorrimos como otros 20 minutos, a pesar de que Alice iba a toda velocidad, todavía recorrimos un camino de terracería para luego seguir a pie. En verdad Jake había llegado lejos.
Corrimos un tramo entre árboles que se extendían a nuestro alrededor, pero luego llegamos un claro, donde al lado izquierdo podía ver a mi familia alrededor de algo o alguien, cuando estuvimos un poco más cerca, vi que se encontraban alrededor de mi marido y mi madre le sostenía la mano.
Corrí hacía ellos y me hinqué al lado de Jacob, temí abrazarlo y me contuve por no lastimarlo, aunque Alice me había asegurado que estaba bien, y que lo único creían se le había roto era la pierna.
- Perrito… ¿estas bien?
Lo miraba con los ojos suplicantes, tenía miedo de ver reflejado en su rostro el rechazo, después de todo Jake había salido corriendo para alejarse de mí. Tenía mucho miedo que él buscara rechazarme al no poder aceptar que estaba embarazada.
Pero Jacob volteo y me miro apenado. Trató de incorporarse para abrazarme pero su rostro se arrugó en un gesto de dolor. Mi abuelito se apresuró a revisarlo.
- Espera Jake, no te muevas –le ordenó mi abuelito –puedes tener las costillas rotas.
- Carlisle estoy bien. No soy tan frágil, por favor dejen de preocuparse… -y volteo de nuevo a verme. Entornó los ojos y me suplicó.
- Por favor preciosa… perdóname. Todos los sentimientos se me vinieron de golpe, no pude contener la transformación por eso corrí, no porque quisiera abandonarte. –Le dedicó una mirada fugaz a Rosalie, que hasta ese momento me percaté que se encontraba parada justo junto a mi padre del lado derecho de Jacob.
La voltee a mirar con reproche, pero este se desvaneció al instante en que vi en su rostro su arrepentimiento. Después de todo su temperamento se había desatado por amor hacía mí, y su intento de protegerme. Más tarde hablaría con ella, le diría que no se preocupara que la entendía bien, pero por el momento le iría bien una pequeña dosis de arrepentimiento.

Me mantuve al lado de mi esposo mientras mi abuelito lo revisaba, y luego determinó que efectivamente sólo tenia rota la pierna derecha, por supuesto ésta estaría completamente sana en un par de días.
Regresamos al hotel donde mi abuelito inmovilizó la pierna de Jacob. Mi familia se quedó con nosotros mientras esto pasaba, pero una vez que Jake se encontró estabilizado se retiraron dejándonos solos.
Me acerqué con mucho cuidado a él, teníamos muchas cosas que decirnos, pero sabía que estaba todavía adolorido, además que aun tenía la preocupación en el rostro. Necesitaba tranquilizarlo, pero sabía que podría mostrarle más que explicarle, así que puse mi mano en su mejilla.
Le enseñé mi arrepentimiento de haber actuado tan inconcientemente y del resultado que esto había tenido. Pero inmediatamente después le mostré las pocas pruebas que tenía para tranquilizarlo, mi vientre plano, y la plática con mi abuelito.
Cuando las imágenes se terminaron Jake se me quedó viendo seriamente.
Aun le costaba mucho trabajo no preocuparse, sobre todo porque aun no se había convencido que yo estaría bien.
- Oh! Nessie, no lo se. Tengo tanto miedo mi vida.
- Lo se perrito, pero no tienes por qué –tomé su mano y la puse en mi vientre. Jake se tensó aun más.
- Se que tu viviste y sufriste el embarazo de mi madre, entonces tu mejor que nadie puedes notar las diferencias, mi madre al regresar de su luna de miel ya tenia un vientre enorme, siente el mío. –dije presionando su mano sobre mi estomago.
Jake respiro profundamente varias veces. Después volvió a fruncir la frente.
- Nena, tengo pánico… -la voz se le quebró por lo que se aclaró ruidosamente la garganta y continuó.
- No quiero querer destruir a mi propio hijo.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar sus palabras, tenía razón, durante toda mi gestación mi familia entera, había querido acabar con mi vida antes de que terminara matando a mi madre. Nunca lo había visto desde esta manera, nunca le había dado importancia, pues cuando nací todos me había adorado de tal manera que nunca tuve la necesidad de preocuparme por eso.
Pero en efecto, había sido horrible, que mi familia me llamara monstruo y que la palabra feto se les hiciera demasiado bonita para lo que yo era para ellos.
Jacob tenía miedo de sentir algo así por nuestro propio hijo. Ahora lo comprendía mejor. Pero no pude decirle nada. No encontré ni palabras ni imágenes en mi mente para hacer sentir mejor a mi marido.
Sólo pude pedirle al cielo que el tiempo pasara muy deprisa para realizar las pruebas de ADN y así el se asegurara de que los tres íbamos a estar bien.

En cuanto regresamos a Denali mi abuelito me hizo un ultrasonido. Jacob apretaba mi mano en lo que esperábamos que la imagen se asomara en la pantalla del aparato ultrasónico. Cuando por fin logramos ver una pequeña figura del tamaño de un cacahuatito y escuchamos por el altavoz un corazón latiendo fuertemente, volvimos a respirar. Nuestros ojos se llenaron de lágrimas.
- En efecto princesa –anunció triunfante mi abuelito -el producto tiene el tamaño y el peso de un feto de 6 o 7 semanas de gestación. Y sobre todo ustedes mismos pueden darse cuenta como late su corazón y como las ondas ultrasónicas traspasan perfectamente la membrana que lo cubre.
- Es humano… -concluyo Jacob y la voz se le quebró por la emoción, me besó con ternura y mi rostro se baño con mis lágrimas.
Luego voltee a ver y a mi alrededor mi familia entera también sollozaba felizmente conmovida.