Caoitulo XXV

Su sonrisa se hizo todavía más grande.
- Me recuerdas –celebró con júbilo.
Yo guardé silencio en señal de respuesta, no sabía si el temblor de mi mandíbula me dejaría articular palabra, tampoco sabía si cualquier cosa que dijera pudiera despertar su temperamento.
El único consuelo que encontraba, si es que se le podía llamar así, era saber que su poder sólo lo podía aplicar a la persona a la que mirara a los ojos, esto quería decir que a mi bebé no podía hacerle daño, al menos no con su poder.
Ella continuó hablando de manera entusiasta casi con cariño genuino.
- ¡Oh! Pero mírate nada más, estás enorme, si te hubiera visto por la calle nunca te hubiera reconocido.
Hablaba con tal naturalidad y cordialidad, como si platicara con una vieja amiga que se había encontrado por causalidad y que tenía años sin ver.
- Debo decirte que estás preciosa –continuó – y veo que te estas reproduciendo.
Se acercó y paso su mano helada por mi vientre, en una caricia que pretendía ser tierna, yo tuve que hacer acopio te todas mis fuerzas, para contenerme y no arrancarle las manos.

- ¿Tendrás otro ser como tu? –preguntó y me miró a los ojos. No había ninguna hostilidad en los suyos, pero el rojo apagado que los cubría, era un recordatorio tangible de su naturaleza, por lo que mi corazón latía presa del pánico.
¿Qué podría responderle, sería bueno o malo decirle que mi bebé era humano? ¿Seria mejor dejar que siguiera creyendo que era un poco más fuerte?
No supe que responder, además apenas abrí la boca para articular palabra y éstas se me atoraron en la garganta, saliendo como sin sentido en un pequeño sollozo.
El vampiro detrás de mí, se movió ligeramente.
La mirada de Jane se dulcificó al ver mi angustia, por lo que se acercó un poco mas a nosotros, agachó la cabeza, hacía mi vientre y como si le estuviera cantando una canción de cuna a mi bebé, me dijo.
- No tienes por qué preocuparte pequeña, no tengo intención de hacerte ningún daño, ni a ti, ni a tu bebé –volvió a mirarme a los ojos y agregó.
- No, si tu mamá hace todo lo que yo le pida.
Me estremecí ante sus palabras, y mis ojos chispearon de ira.
Ella me ignoró y siguió acariciando mi vientre, sabía con que facilidad podría hacernos daño, con sólo cerrar su mano, podría acabar con la vida de mi bebé y yo no podría hacer nada, pues me inmovilizaría con su capacidad de quemar mentalmente a los demás con sólo mirarlos.
Las lágrimas de impotencia, volvieron a nublarme la vista, mi cuerpo comenzó de nuevo a temblar aparatosamente.
Con esa voz de soprano, completamente angelical, fingió intentar tranquilizarme.
- Pequeña preciosa, cálmate, no te haré daño, nadie lo hará te lo aseguro.
Les dedicó una mirada fugaz a los vampiros que tenía a los lados, no pude determinar si era de complicidad o de advertencia.

Luego como quien le explica una historia importante a un niño pequeño, procurando suavizar las partes más difíciles, comenzó a explicarme.
-Renesmee, tu debes recordar aquel día en Forks, bueno en ese momento eras un bebé, pero por lo que Aro nos contó, tu mente estaba mucho más desarrollada, nos dijo que eras un ser superior ¿No es así? ¿Lo recuerdas verdad?
Incline la cabeza ligeramente en señal de afirmación, mis músculos se negaban a cooperar, peso sabía perfectamente que debía seguirle el juego.
- Bueno, pues ese día –hizo un gesto de desaprobación y continuó - tu mamá me hizo enfurecer como nadie, en toda mi existencia.
Su voz seguía siendo tranquila y cantarina, no concordaba con la historia que estaba contando, ni con la aterradora venganza que estaba llevando a cabo.
- Aquel día en Forks sentí por primera vez, lo que era la humillación. Y déjame decirte que no fue algo que me gustara, no.
Las lágrimas bañaban mis mejillas, sentía tanto frío, a medida que pasaba el tiempo podía darme cuenta, más y más que no había esperanza alguna.
- Lógicamente –continuó mientras acariciaba mi mejilla y secaba mis lágrimas – es algo que no puede quedarse así. Sentaría un mal precedente, la gente podría creer que puede burlarse de mí y dejarme en ridículo así como así. Tu madre tiene que pagar por lo que me hizo, eso es todo.
Se encogió de hombros y se alejo de mí, dándome la espalda.
Caminó algunos pasos alrededor de la habitación y luego continuó.
- Todo este tiempo he buscado la forma de vengarme –dijo con la misma tranquilidad – no ha sido nada fácil, déjame decirte. Lo que ha aumentado mi enojo y frustración.
- Desgraciadamente no cuento con la ayuda de mi familia. Ese día, no encontraron razones suficientes para destruirte, así que nos retiramos sin luchar, aparte, conociendo nuestro temperamento, nos prohibieron terminantemente hacerle daño a los Cullen. Por esta razón he tenido que actuar sola y con cautela, para que nadie sospechara.
He tenido que rastrearlos sin la ayuda de Demetri –hizo un gesto que denotaba lo cansado que había resultado aquello – lo que ha hecho que todavía se alargue más la espera.
-Decidí seguir los pasos de mis maestros y comenzar a transformar humanos, con la esperanza de que alguno sirviera de algo.
Una tarea bastante frustrante si me dejas decirlo, años y años sin conseguir uno sólo que por lo menos sirviera de rastreador. Comencé a enfurecerme enserio. Tanto tiempo desperdiciado, y todo el trabajo para mi sola. Estaba enfurecida en verdad, hasta que encontré a Ángel.

Ángel era el vampiro que aun me tenía sujeta entre sus brazos, no necesitó decirlo para que yo me diera cuenta, como tampoco necesitó explicarme cual era su don.